miércoles, 27 de enero de 2016

JUEVES 28 ENERO LA PARADOJA DEL ACTOR



DIDEROT: "LA PARADOJA DEL ACTOR"

Afirma Diderot que la naturaleza humana es la que otorga cualidades a la persona, la que permite perfeccionar su técnica, su trabajo y su experiencia.


Para el filósofo francés de la Ilustración, el actor debe tener capacidad de discernimiento, debe despojarse de su sensibilidad y desarrollar así su capacidad de imitación y de reflexión de la naturaleza humana que lo envuelve. Piensa Diderot que el actor debe recurrir a su imaginación y a su memoria, y que todos los elementos han de ser procesados y ordenados en su cabeza.


La imaginación y la memoria son una misma facultad del espíritu. La forma más elemental de la imaginación es el recuerdo, basado en una representación mental de una circunstancia pasada, o de como fuimos en otro tiempo. Para el Ilustrador francés, el talento actoral no consiste en sentir, si no expresar rigurosamente los signos exteriores del sentimiento. El actor no debe sentir realmente, debe expresar el sentimiento mediante la reflexión de su significado. Esa reflexión ha de hacerse mediante la memoria.


Los gestos, los tempos, el manejo de la voz y de los sonidos, el furor... Todo forma parte de una imitación de la realidad configurada a partir de la memoria. Al acabar la representación, el actor no padece dolor alguno ni melancolía, no está turbado, simplemente se despoja momentáneamente de todos esos recuerdos, hasta llegar a un nuevo ensayo.


Ésa es, según Diderot, la paradoja del actor. Un actor no debe sentir nada, son los espectadores los que deben sentir, el acto suscita emociones o sentimientos mediante los recuerdos procesados en su mente y expresados inmediatamente. Los espectadores por el contrario, son los receptores del esfuerzo del actor por aparentar su sentimiento.


La paradoja se produce, en tanto que, el actor concibe su personaje como una ilusión, como un recuerdo que no le condiciona en absoluto, mientras que los espectadores asocian al actor con el personaje, lo que supone una contradicción y por lo tanto una paradoja.


Un actor sublime es aquél que es capaz de olvidar completamente su sensibilidad para convertirse en un técnico de la interpretación.


Diderot nos hace ver que un espectador no quiere ver cómo llora un actor, lo que quiere es que le haga llorar. De la misma manera, un espectador no quiere ver cómo un actor se emociona, lo que quiere es emocionarse.


Otra paradoja es que la naturalidad conduce a la vulgaridad, así que el actor debe lograr una naturalidad escénica para lograr conmover a los espectadores.


La naturalidad escénica resulta más atractiva sin resultar menos creíble. Para lograr esa naturalidad, el actor imita fielmente todos los síntomas exteriores que son universales, y que por tanto, todos conocemos y nos sentimos reconocidos. 

El texto completo de Diderot esta colgado en Bibliografía el  jueves 28 de enero




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